miércoles, 10 de enero de 2018

A PESAR DE SER ICONOCLASTA

Trato de buscar algo que invoque un sentimiento y revuelva los pensamientos que acompañan en la vida a pesar de mi negativa al culto a las imágenes. De existir, ha de ser algo sensible y útil, tanto para los momentos de felicidad, como para los de turbación y siempre tiene que ser una enseña para vivir con dignidad.

Para poder acertar conviene aproximarse a quien va a ser la posible destinataria del icono y observarla:

Llega siempre puntual, austera en la mirada y generosa al regalar sus conocimientos. Vestida de discreción y observadora profesional, se pasea por los microrrelatos con voz propia y mirada literaria. No se deja mediatizar por su intimidad y es capaz de soportar con dignidad las cargas que, sin consultar, le ha trasladado la vida. Ella no lo sabe pero sus más próximos celebran su presencia como un verdadero aniversario cada día que muestra su saber hacer.

Estar cerca de ella supone alcanzar el equilibrio para progresar en las disciplinas más diversas relacionadas con el desarrollo intelectual. Sabe rodearse de la armonía. Maneja el arte y la cultura y se desenvuelve con soltura en el origen de las palabras. Cualquiera desearía tenerla como guía en el museo de la vida. 

Sus comentarios motivan la necesidad de leer, de entender lo leído y disfrutar con los tiempos de espera entre frase y dialogo, entre los dos puntos y la admiración, entre el beso de los personajes y su adiós sobre el papel.




Escritura Creativa


No se siente cómoda al elegir una imagen que represente su trabajo, aunque dentro de los símbolos opta por algo pequeño y frágil como un barco de papel, que aun así, es capaz de navegar por las aguas que rodean al Archipiélago de las Extinta, sin tocar tierra. En esa itinerancia sin fin, surca los mares de los deseos, de las pasiones, de las esperas y sin perder las referencias se escabulle de los pecados de tierra firme, escapando de la envidia, del sometimiento y de la mentira. 

Todos buscamos una referencia en el momento de expresar nuestros sentimientos y ordenarlos sin preferencias y para eso algunos nos ayudamos de la escritura. Si queremos sentirnos identificados por una imagen, una estatuilla, un objeto o un recuerdo admitimos que el encanto surge cuando, cualquiera que sea el icono elegido, al ponerlo  ante nuestros ojos, no debe ser un condicionante y sí, un gesto de amor hacia lo intangible, hacia lo que perdura.

En este caso, el regalo que mejor se adapta al simbolismo consentido y a tenor de su sensibilidad, toma la forma de sendos objetos: una estilográfica robusta que se desliza fácil sobre un papel a la espera de que vierta sus sentimientos y deseos, preparada para discurrir con la tinta rebajada por alguna gota salada procedente de su llanto incontenible, ante la belleza de sus propias palabras; y el otro fetiche es un libro en blanco, donde cada día escribe y está siempre inconcluso, faltan las últimas palabras que llenan el espíritu de literatura.




Javier Aragüés (enero de 2018) 

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