viernes, 21 de junio de 2013

EL GRITO Libro 3

Dos coincidencias en pocos días:
El anuncio para participar  en el blog, PESCANTTRESORS 
http://pescanttresors.wordpress.com/ y la consigna literaria sobre los miedos que me sugiere el deseo de acercarme al cuadro del noruego Joseph Munch.


El acercamiento al lienzo se produjo cuando se cumplían 150 años de su realización. Tras la propuesta sobre el significado de los miedos se urdió la  respuesta. El deseo de encontrar cierta conexión entre el cuadro, el estado de ánimo del autor y el personaje representado, alentaron la búsqueda. Entonces acontecieron varios descubrimientos.

El cuadro fue expuesto por primera vez con el  título Amor, formando parte de un todo de seis lienzos y un título de impacto junto a la imagen. Este icono del expresionismo estuvo siempre vinculado a la representación de estados emocionales. Los complejos de culpa y ansiedad se sienten cómodamente sintetizados en esta imagen.







Al mismo tiempo ha servido de coartada para bajar de los altares al símbolo y ponerlo entre nuestras vidas mediante los objetos de consumo más próximo.  El sentido de la inspiración del artista  noruego no estaba lejos de su difícil infancia. Junto a un  padre  autoritario, la enfermedad mental de su hermana predilecta. Ella sufría un trastorno afectivo bipolar (TAB) con la designación atávica y estigmatizada de psicosis maníaco depresiva (PMD), caracterizada por estados de depresión y euforia, con frecuencia, intensidad y duración indeterminadas. Iban desde los estados cíclicos definidos, manías y depresiones, a estados de ciclación rápida, variación de un estado a otro en breves periodos de tiempo lejos de la ansiada eutimia, entendida como la ausencia de síntomas de desequilibrio. Ante estos estados, Munch sufría recaídas, con la desesperación del que  soporta un paciente psiquiátrico.  

Como el cuadro o en la vida, el ser próximo que le acompaña padece afectivamente. La impotencia define la situación. Ambos se refugian, testifican su sufrimiento en la tela, con la complicidad de la distorsionada imagen.

Desistí de asociar El Grito con el miedo para mostrarme a favor de la ternura, que es lo que para mí escondía el cuadro. 




Javier Aragüés (junio de 2013)


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